El día de hoy está dedicado a las mujeres. En esta fecha aparecen muchas
publicaciones y opiniones sobre la necesidad de erradicar la discriminación de
género, igualar los salarios entre mujeres y hombres, acabar con la violencia
machista en nuestra sociedad. Todo esto es cierto y aún está pendiente, pero
conviene recordar porqué aún estamos en esta situación. Sin conocer los
orígenes de la desigualdad y su pasado no es posible actuar sobre el futuro.
Durante los tres últimos siglos hemos avanzado mucho. Cuando en el año 1791
Olimpia de Gouges en Francia publicó la “Declaración de los Derechos de la
Mujer y la Ciudadana” como respuesta a la “Declaración de los derechos
del Hombre y el Ciudadano”, fue guillotinada por aquel atrevimiento. Cuando
las mujeres a principios del siglo XX desfilaban por las calles pidiendo
derecho al sufragio y acceso a la participación social y política en igualdad
con los varones, eran encarceladas por aquellas movilizaciones. El incendio
provocado en marzo 1909 por el dueño de fábrica textil como respuesta a huelga
convocada por las trabajadoras que reclamaban mejores condiciones laborales
costó la vida a 147 mujeres; la más jóven tenía 14 años. Ese día se conmemora
hoy, ya que precisamente esa tragedia puso en la agenda los derechos de las
mujeres y las trabajadoras.
Las luchas feministas y anarcofeministas van a la par. En ningún caso se
trata de luchar contra los varones. El feminismo se defiende como la lucha por
la igualdad entre las mujeres y los hombres en tanto que seres genéricamente
humanos, sin que el sexo biológico sea determinante en cuanto a roles y
relaciones de género. En definitiva, es una lucha contra el patriarcado. El
anarcofeminismo aún va más allá, al ser consciente que el patriarcado es el
principal determinante de la construcción de relaciones socioeconómicas
actuales. En definitiva, la lucha por la liberación de la mujer y la revolución
social son indisociables.
En cuanto a patriarcado, mirad las fotografías de en los periódicos o noticias en los medios de comunicación cuando aparecen los que “deciden” sobre las vidas de las ciudadanas y los ciudadanos. Reuniones políticas, los consejos directivos de las grandes multinacionales, los líderes mundiales, etc…. ¿cuántas mujeres aparecen y que sean tratadas con seriedad? ¿Por qué será que en una mujer líder, más que sus capacidades se valora más su imagen? ¿Porqué hay tantas mujeres profesionales que se retiran de la carrera para ocuparse de la familia? ¿Por qué hasta hace pocos años en el estado español, las mujeres aún necesitaban permiso de su marido para poder gestionar su propia cuenta bancaria?.
En cuanto a sistema económico capitalista, las grandes teorías sobre el repulsivo
“homo economicus” siempre ignoraron el trabajo realizado por las mujeres - el
trabajo doméstico - como parte de plusvalía aportada gratuitamente al producto
nacional bruto. Todo el sistema capitalista se sustenta desde hace décadas
sobre los hombros de las familias y hablar de familia hoy por hoy es hablar de
las mujeres. Sin ese trabajo gratuito que realiza la mitad de la población, el
mundo se vendría abajo.
En el año 1975, durante un día entero 25.000 mujeres islandesas abandonaron
sus casas y sus puestos de trabajo como protesta por falta de reconocimiento
del trabajo que aportan. Los lemas principales fueron “Cuidar niños y mayores
es un trabajo” y “No soy el 65 por ciento de una persona”. Pocos años más tarde
la líder de lo convocatoria fue elegida presidenta de parlamento islandés y las
cosas cambiaron.
La desigualdad entre las mujeres y los hombres tiene raíces muy profundas.
Para extirparlas es necesaria mucha concienciación y mucha autocrítica. Se
requiere tiempo y esfuerzo. Hasta hace poco, la violencia machista fue algo
privado que, tal como se consideraba, se tenía que resolver dentro de la casa.
Hoy por suerte es evidente que NO es un problema de las mujeres. Tampoco es un asunto de las mujeres; es un grave
problema estructural de la sociedad, de la sociedad que nos debe mucho a las
mujeres por no habernos cuidado mejor.
De cara a futuro tenemos varias opciones. Una de ellas; reclamar la equidad
e igualdad de oportunidades entre las mujeres y los hombres. Pero esta no es suficiente. Otra, aparentemente más
radical pero efectiva, es la visión anarcofeminista. Abogamos por un nuevo contrato social.
No deseamos equipararnos a los varones en las circunstancias actuales, sino modificar y repensar todas las relaciones
socioeconómicas. Queremos una sociedad en la que gane el “homo humanus” y donde importe la calidad de la
vida humana. Porqué no existe, ni existirá jamás, una justicia social mientras el capitalismo y patriarcado se sigan sosteniendo mutuamente.